viernes, 6 de enero de 2012

Origen de la palabra "soñar"

En castellano hay dos palabras homónimas con significados diferentes, aunque no muy distantes: sueño para designar el 'acto de dormir' y sueño como 'representación de sucesos e imágenes en la mente de quien duerme'. 

Ambas provienen del latín; la primera somnus, y la segunda, de somnium. Esta equivalencia no ocurre en las demás lenguas romances: en portugués y en gallego se distinguen sono y sonho (en gallego, soño); en catalán son y somni; en francés, el acto de dormir es llamado sommeil y el de soñar, rêve; en italiano, ambas ideas se expresan como sonno y sogno. Sin embargo, Corominas observa que es frecuente, al menos en catalán, que haya transgresiones a la oposición entre ambos vocablos. 

El intento más conocido de sortear las confusiones causadas por la homonimia de estos dos conceptos se observa en la traducción al español de las obras de Sigmund Freud, en la que el traductor Luis López-Ballesteros de Torres usó sueño para referirse al acto de dormir y ensueño para mencionar el acto de soñar, tan importante en el universo freudiano. 

Las dos palabras latinas que dieron origen a ambas formas de sueño provienen de la antiquísima voz indoeuropea swep-no que, cambiando el sufijo -no por -os, como swep-os, dio lugar al latín sopor 'adormecimiento', que llegó a nuestra lengua con el mismo significado.
Afortunadamente, los seres humanos solemos, también, soñar despiertos. Es lo que permite la construcción de las utopías y la búsqueda de nuevos horizontes

Origen de la palabra "tertulia"

El escritor cristiano Quinto Septimio Florencio Tertuliano nació en Cartago en el año 155, hijo de padres paganos que le costearon una sólida formación en derecho, la cual le valdría una notable fama como jurista en Roma. A los cuarenta años se convirtió al cristianismo y volvió a su ciudad natal, donde se dedicó a difundir la nueva fe y se transformó en un importante autor eclesiástico.
En el siglo XVII se puso de moda aludir a Tertuliano en los cenáculos culturales de Madrid y, por asociación, se dio el nombre de tertulia a la parte del teatro donde se sentaban estos espectadores —hasta entonces llamada desván— y también a las reuniones de eruditos.
A fines del siglo XVII, el padre Diego Calleja escribía:
[...] los que por alusivo gracejo llamamos tertulios, que sin aver cursado por destino las Facultades, con su mucho ingenio y alguna aplicación suelen hazer, no en vano, muy buen juizio de todo.
Corominas y Pascual sugieren que a esa moda puede haber contribuido un juego de palabras que se hacía con el nombre propio Tertullius, que podía ser leído como ter Tullius (el que vale tres veces más que Tulio, o sea, Cicerón). Este juego de palabras se habría originado en la corrupción de un pasaje de san Agustín en el cual philosophaster Tullios se convirtió, por error o por broma, en philosophus ter Tullius.