martes, 27 de marzo de 2012

Origen de la palabra "alcahuete"

Esta palabra debe su origen a una costumbre medieval árabe: cuando un señor quería conquistar a una mujer casada, le enviaba al marido un caballo de regalo con el fin de ganar su simpatía y poder aproximarse así a la esposa deseada. Lo hacía mediante un mensajero al que llamaban al-qawwad, que cabalgaba con la misión de entregar el animal. 

No ha llegado hasta nosotros ninguna información que permita saber si tan insólita estrategia galante fue algún día adoptada por los españoles; nos consta apenas que el vocablo árabe llegó a nuestra lengua como alcahuete para designar a la persona que concierta, encubre o facilita encuentros amorosos, generalmente ilícitos. 

Por extensión, la palabra se usa también para nombrar a aquellos que sirven, voluntariamente o no, para encubrir algo que se desea ocultar. En el Río de la Plata, se llama alcahuete al que delata a sus compañeros para congraciarse con sus superiores o con las autoridades, o al que sirve a alguien por conveniencia. 

Es palabra antigua, registrada en nuestra lengua desde 1251, que ya aparece, por cierto, en el Quijote en este diálogo del capítulo XXII:
—Así es —replicó el galeote—; y la culpa por que le dieron esta pena es por haber sido corredor de oreja, y aun de todo el cuerpo. En efecto, quiero decir que este caballero va por alcahuete, y por tener asimesmo sus puntas y collar de hechicero.

"Pronunciar un discurso", no "ofrecer un discurso"

La Fundéu, en su análisis diario del uso del español en los medios de comunicación y en su atención diaria al servicio de consultas sobre dudas lingüísticas, ha observado que en ocasiones se utiliza la expresión errónea ofrecer un discurso.

En los medios de comunicación, tanto escritos como audiovisuales, se leen y oyen con bastante frecuencia frases como estas:

«Mientras Bush ofrecía su discurso, pacifistas exigían frente a la Casa Blanca la salida inmediata de todas las tropas de Irak»

«Cuando la mandataria chilena ofrecía su discurso, y sin percatarse que su micrófono estaba abierto, el presidente Nicanor Duarte dijo...»

«El expresidente del Gobierno español ofreció su discurso en la sede de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas»

La Fundéu explica que el verbo ofrecer no es el adecuado cuando se habla de discursos y que en su lugar debe usarse pronunciar. Por lo tanto, en las frases anteriores lo correcto habría sido escribir:

«Mientras Bush pronunciaba su discurso, pacifistas exigían frente a la Casa Blanca la salida inmediata de todas las tropas de Irak»

«Cuando la mandataria chilena pronunciaba su discurso, y sin percatarse que su micrófono estaba abierto, el presidente Nicanor Duarte dijo...»

«El ex presidente del Gobierno español pronunció su discurso en la sede de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas».

"Festinado"

Los diccionarios son poco claros e imprecisos al respecto. “Festinado” no aparece en el DRAE, pero sí el verbo “festinar”,  con marca de desusado y el significado de “Apresurar,  precipitar”, y agrega que es usado en América, pero sin precisar si es un americanismo. También incluye el  significado  de “malversar”, aunque limitado a Ecuador.

El DRAE también registra el sustantivo “festinación” (“Celeridad, prisa, rapidez”) y el adverbio de modo “festinadamente” (“Precipitadamente, sin reflexión”) atribuido a Cuba y Guatemala.

El “Diccionario CLAVE” ignora estos vocablos. El “Diccionario de uso del español de América y España” VOX sólo incluye “festinar”, con valor de americanismo y definido  como “Apresurar o precipitar la realización de una cosa (…)”. El “Diccionario del español actual”, de Manuel Seco, Olimpia  Andrés y Gabino Ramos  sólo trae “festinación”, lo considera propio de la Medicina y  lo define como “Tendencia involuntaria a acelerar la marcha  para evitar la caída hacia delante (…)”. El “Diccionario Planeta  de la lengua española usual” da “festinar” con el valor de americanismo que significa “Apresurar, precipitar, activar”.

Julio Casares, en su “Diccionario Ideológico de la lengua  española”, que a pesar de ser muy viejo sigue siendo una  estupenda herramienta para nuestro trabajo, incluye el verbo “festinar” como “Apresurar, acelerar, precipitar”, y el sustantivo “festinación” con el sentido de “Prontitud, celeridad,  precipitación, apresuramiento”.

El “Diccionario de americanismos” de Marcos A.  Morínigo  sólo trae el verbo: “festinar. Acelerar, apresurar el despacho  de algún asunto”, y lo atribuye a Colombia, Chile, Honduras, México y Venezuela.

En nuestro país, de todos los vocablos arriba vistos el más usual es el adjetivo, “festinado”, con valor de apresurado, pero también de enredado o complicado: “No te puedo atender porque estoy muy festinado”. “Hoy el trabajo estuvo muy festinado”.

En cuanto al origen etimológico, “festinar” deriva del  verbo latino “festinare”,  que significa apresurar.

"Prolongar"

La Fundéu, en su análisis del uso del español en los medios de comunicación y su atención al servicio de consultas lingüísticas, ha observado el uso inadecuado del verbo prolongar.

Uno de los significados de este verbo es 'hacer que dure algo más tiempo de lo regular'. Por lo tanto, conviene evitar frases como: «La exposición, que se prolongará hasta el 2 de diciembre...» o «El festival se prolongará hasta el próximo viernes» cuando la duración de esos acontecimientos sea la prevista.

En estos casos debió decirse: «La exposición, que durará hasta el 2 de diciembre...» o «El festival, que se clausurará el próximo viernes».

Hay otros casos como «... la inflación puede prolongarse los próximos meses...» o «... la crisis que se prolonga ya más de tres años...» en los que el verbo prolongar sí tiene el significado de 'continuar', 'alargar', 'dilatar' o 'extender' algo; sin embargo, se recomienda no abusar de él y utilizar cualquiera de los anteriores. Puede decirse, por ejemplo: «... la inflación puede continuar durante los próximos meses...» o «... la crisis que dura ya más de tres años...»

Proclive significa ‘propenso’, no ‘apropiado’

El adjetivo proclive, que se acompaña de la preposición a, significa ‘Propenso o inclinado hacia lo que se considera negativo: carácter proclive a la irritación, como cuando se dice de alguien que «es proclive a engordar» o que «es proclive a exagerar.

Sin embargo, resulta frecuente encontrarlo empleado con otros significados, como ‘adecuado’, ‘oportuno’, ‘apropiado’ o ‘frecuente’: «Es un momento proclive para comprar buenos valores», «El verano es la época más proclive para realizar ejercicio físico».

Si se sustituye proclive por sus equivalentes propenso o inclinado, se advierte que esas frases no tienen sentido. Hubiera sido preferible decir, por ejemplo, «Es un momento oportuno para comprar buenos valores», «El verano es la época más adecuada para realizar ejercicio físico», «La etapa ciclista de hoy es apropiada para los escaladores».

"Previo a" no es siempre lo mismo que "antes de"

Emplear previo a con el sentido adverbial de antes de no es apropiado.
Sin embargo, en la prensa escrita se encuentran frases como «Previo a contraer nupcias con el abogado, la fotografiaron celebrando su despedida de soltera» o «Previo a radicar la demanda, el senador les pidió más pruebas». 

En español, previo es un adjetivo que significa ‘anticipado, que va delante o que sucede primero’, según el Diccionario académico, y tiene que referirse a un sustantivo («el pacto previo al cese de hostilidades», «el día previo a los exámenes»), lo que no ocurre en los ejemplos anteriores, en los que previo se usa sin referencia a sustantivo alguno.

 Por lo tanto, en los ejemplos anteriores, lo apropiado habría sido decir: «Antes de contraer nupcias con el abogado, la fotografiaron celebrando su despedida de soltera» o «Antes de radicar la demanda, el senador les pidió más pruebas».

"Prever, no preveer"

El verbo prever está formado por el verbo ver y el prefijo pre, es decir 'ver antes', y debe conjugarse igual que ver

A veces, se mezclan los verbos prever y proveer, lo que da lugar a la creación del verbo preveer. De ahí que resulten formas como preveyó, preveyera o preveyendo, en lugar de previó, previera o previendo.

Son incorrectas, por tanto, frases como «Preveyó graves problemas para los trabajadores de las petroleras», «Los directivos de la empresa no preveyeron los problemas económicos» o «Un contestador automático pedía que no bloquearan la línea, quizás preveyendo que los familiares de los afectados...».

Este error se extiende a todos los tiempos y formas del verbo prever: prevee, preveemos, preveímos, etc. en lugar de prevé, prevemos, previmos, etc.

Origen de la palabra "plagio"

Apropiarse de obras de creación intelectual ajena, dándolas como propias; cuando no se dan como propias, el delito en que se incurre es el de hurto. 

Plagio ‐igual que plaga y llaga‐ se vincula etimológicamente al vocablo latino plaga y fue incorporada al Diccionario de la Real Academia en 1869 como una voz de creación culta, tomada directamente del latín plagium, que significaba 'robo de esclavos ajenos' y también 'plagio literario', como en nuestros días. 

Este sustantivo se había formado a partir del adjetivo griego plagios, con el significado de 'engañoso', 'trapacero', 'oblicuo', que provenía, a su vez, de plazein 'golpear', 'descarriar', que también está en el origen de plaga*. 

El plagio es un delito despreciable, porque equivale a la apropiación del trabajo ajeno por parte de quienes no tienen capacidad para crear por sí mismos. En algunos países, plagio significa también 'secuestro de personas', un sentido que es heredero del 'robo de esclavos ajenos', mencionado más arriba.

"Plagio"

A muchos les sorprende el empleo, sobre todo en los medios de comunicación, de la palabra “plagio” con el significado de “secuestro”. No hay motivo para esa sorpresa, pues dichos vocablos,  ciertamente, son sinónimos.

En efecto, el DRAE registra “plagio” y “secuestro” como  acción y efecto de “plagiar” y “secuestrar”, respectivamente. Y define “plagiar” como “1. tr. Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias. 2. tr. Entre los antiguos romanos, comprar a un hombre libre sabiendo que lo era y retenerlo en servidumbre. 3. tr. Entre los antiguos romanos, utilizar un siervo ajeno como si fuera propio. 4. tr. Am. Secuestrar a alguien para obtener rescate por su libertad”; y “secuestrar” como “1. tr. Retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines. 2. tr. Tomar por las armas el mando de un vehículo, ya sea un avión, un barco, etc., reteniendo a la tripulación y pasaje, a fin de exigir como rescate una suma de dinero o la concesión de ciertas reivindicaciones. 3. tr. Depositar judicial o gubernativamente una alhaja en poder de un tercero hasta que se decida a quién pertenece. 4. tr. Embargar judicialmente. 5. tr. Impedir, por orden judicial, la distribución y venta de una publicación”.

Como se ve, la 4ª acepción de “plagiar” coincide con la 1ª de “secuestrar”, por lo que en esas acepciones dichos verbos son sinónimos. Lo son, igualmente, los adjetivos/sustantivos “plagiario” y “secuestrador”.

Esto se explica porque “plagio” deriva del vocablo latino “plagium”, que significa “venta de hombres libres como esclavos”. La acepción referente a la apropiación de obras y pensamientos ajenos presentándolos como propios aparece después. “Secuestrar”, a su vez, deriva del verbo latino “sequestrare”, que significa “depositar judicialmente en poder de un mediador”, a lo que agrega más tarde, ya dentro del Castellano, las demás acepciones registradas en el DRAE.

Es importante saber que las palabra en  cualquier idioma, pero especialmente en el nuestro, no tienen un solo significado, sino generalmente varios, aunque haya uno  o más que sean los más comunes y corrientes, y por eso los más conocidos. La consulta oportuna del diccionario evita las dudas y sorpresas.

Origen de la palabra "obsequio"

Los romanos usaban el verbo sequi con el sentido de 'seguir', 'ir detrás', 'acompañar', y también 'perseguir', 'acosar'. Ovidio escribió sequi vestigia alicujus para significar 'seguir las huellas de alguien' y non tibi sequendus eram con la denotación de 'yo no debería ser acompañado por ti'. 

El infinitivo clásico sequi se alteró en latín vulgar a sequere, que dio lugar al francés suivre 'seguir', mientras que otras lenguas romances mantuvieron la forma original, pero añadieron las terminaciones -ire, como el italiano seguire, o -ir, como el español, portugués y catalán seguir.
 
La palabra latina se había formado a partir de la raíz indoeuropea sekw, del mismo significado, y dio lugar a muchos otros vocablos, tanto en latín como en castellano. 

En efecto, con el prefijo con- se formó consequi 'buscar', 'conseguir', 'obtener', de cuyo participio pasivo, consecutus, 'consecutivo' se derivaron consequentia 'consecuencia' y exsequtio 'seguir hasta el final', 'rematar', de donde 'ejecutar' y 'ejecutivo', y también 'exequias' (honores fúnebres). Con el prefijo ob- se formó obsequi 'cumplir el deseo de otra persona', que dio lugar a nuestro 'obsequio' 'regalo', pero también a 'obsecuente' (el que sigue los deseos de otra persona en actitud de obediencia y sumisión). Lo que ocurre después de un hecho, lo que lo sigue como consecuencia, se llama secuela, palabra formada ya en latín como sequela, a partir del verbo sequi.

Origen de la palabra "trabajo"

Si el trabajo es para usted una tortura, sepa que se trata de un concepto tan antiguo como el propio origen de la palabra, que no proviene del latín labor, que nos dio 'labor', 'laborable' y 'laboratorio', sino de tripalium, que era el nombre de un temible instrumento de tortura.
Tripalium 'tres palos' es un vocablo del bajo latín del siglo VI de nuestra era, época en la cual los reos eran atados a un artefacto de ese nombre, una especie de cepo formado por tres maderos cruzados donde quedaban inmovilizados mientras se les azotaba. 

De tripalium derivó inicialmente tripaliare 'torturar' y, posteriormente, trebajo 'esfuerzo', 'sufrimiento', 'sacrificio'. 

1 Trebajo evolucionó hacia trabajo, vinculándose poco a poco con la idea de 'labor'. Lo mismo ocurrió en francés, lengua en la cual tripalium derivó en travail 'trabajo', vocablo al que los ingleses dieron la forma travel y un nuevo significado, asociándola primero a la idea de 'viaje cansador' y, más tarde, simplemente, a 'viaje'.

Origen de la palabra "eliminar"

Esta antigua palabra de origen latino no parece haber llegado al español directamente desde la lengua de los césares, sino, más probablemente, del francés, puesto que su primer registro en castellano data del siglo XIX, en la Historia del reinado de Carlos III en España (1843), de Antonio Ferrer del Río:
Semejantes debates se deben eliminar de la historia. ¿A qué describir el encono con que se zahirieron ciegamente alumnos tan aventajados de las Musas, a tiempo de hallarse estimadas las letras y de poderse espaciar en ancho campo, donde para todos crecían laureles?
Sin embargo, el vocablo éliminer ya era usado en francés por lo menos desde el siglo XV, mientras que eliminate está documentado en inglés desde el siglo XVII.
La palabra latina eliminare estaba formada por el prefijo e-, que da la idea de 'salir', y el sustantivo limen, liminis 'umbral', o sea que, inicialmente, eliminare significó 'sacar', 'poner fuera', y sólo más tarde adquirió el sentido de 'excluir' que siempre ha tenido en español.

"Tozudo"

Según el DRAE “tozudo” significa “Obstinado, testarudo”, y “tozudez” “Cualidad de tozudo”.

Otros diccionarios son más amplios y precisos. El Diccionario CLAVE, por ejemplo, dice: “tozudez. Persistencia en una idea fija, y negativa a dejarse convencer o dominar: Su tozudez nos impide llegar a un acuerdo porque no quiere comprender nuestras propuestas”. Y “tozudo. 1. Que mantiene una idea fija y no se deja convencer: No lograrás que cambie de opinión porque es muy tozudo. 2. Referido a un animal, que no se deja dominar con facilidad: Esa mula tozuda tiene que ir por donde ella quiere”.

De “tozudo” el Diccionario de uso del español de América y España VOX dice: “Que se mantiene firme e inconmovible en su actitud, aunque se le den razones en contra: es más tozudo que una mula (…)”. Y el Diccionario Anaya de la Lengua precisa: “tozudo, a. 1. Se aplica a la persona que se mantiene firme en una opinión o actitud a pesar de las razones o las dificultades que pueda haber en contra. (…). 2. Se aplica al animal que no obedece con facilidad o es difícil de dominar: esta mula es muy tozuda”.

Según Corominas nuestro “tozudo”, documentado desde 1780, deriva del catalán “tossut”, que significa “terco”.

Son varios los sinónimos de “tozudo”: “terco”, “cerril”, “cabezón”, “cabezota”, “tenaz”, “testarudo”, “irreductible”, “cabezudo”, “porfiado”. Entre nosotros es también frecuente, y aun  más, la expresión “cabeza dura”.

Y de “tozudez”: “obstinación”, “contumacia”, “pertinacia”, “porfía”,  “testarudez”, “tenacidad”.  Como es lógico, ninguno de estos es un sinónimo perfecto, en el sentido de que no siempre todos ellos pueden usarse en lugar de otro. Por ejemplo, la “tozudez” generalmente tiene una cierta connotación peyorativa, y con frecuencia se enrostra como defecto de una persona. En cambio, la “tenacidad” suele reconocerse como virtud que mueve la admiración de los demás. 

Es curioso el caso de “obstinación” y “obstinado”, definidos por el DRAE como “Pertinacia, porfía, terquedad” y “Perseverante, tenaz”, respectivamente, pero que en Venezuela usamos con el sentido de “fastidio”, “aburrimiento” y “fastidiado”, “aburrido”, más que como “desesperación” y “desesperado” que registra el DRAE como usos venezolanos.

Origen de la palabra "emoción"

Una emoción es un movimiento del alma o del ánimo, algo que nos sacude o nos 'con-mueve'. La palabra aparece registrada en español desde el siglo XVII, cuando llegó del francés émouvoir, que denotaba 'emocionarse' o 'conmoverse', pero en realidad, su uso no se generalizó hasta el siglo XIX. 

El verbo francés provenía del latín emovere —formado por ex 'hacia fuera' y movere—, que significaba 'remover', 'sacar de un lugar', 'retirar', pero también 'sacudir', como suele hacer la emoción con nuestro ánimo.

"Escatológico"

En la extraordinaria riqueza semántica del Castellano se da el caso curioso de vocablos que signifiquen ideas opuestas, y a veces hasta contrarias. Uno de esos casos es el de la palabra “huésped”, que significa “Persona alojada en casa ajena” y al mismo tiempo “Persona que hospeda en su casa a otra”.

Otro caso interesante es el del adjetivo “escatológico”. El DRAE registra dos acepciones por separado de esta palabra: 1) “Perteneciente o relativo a las postrimerías de ultratumba”. 2) “Perteneciente o relativo a los excrementos y suciedades”. Ambas definiciones son muy escuetas. 

El Diccionario CLAVE las amplía y precisa mejor, incluyéndolas en un solo artículo: “escatológico: 1. De los excrementos y suciedades o relacionado con ellos: La película tiene unas escenas escatológicas que dan ganas de vomitar.  2. De la escatología o relacionado con este conjunto de creencias y doctrinas: En un tratado escatológico se hablaba del destino último y final del ser humano y del universo”. Este mismo diccionario dice de “escatología”: “1. Conjunto de expresiones o manifestaciones groseras y relacionadas con excrementos y suciedades: En la literatura picaresca abundan la ‘escatología’ y las expresiones vulgares. 2. Conjunto de creencias y de doctrinas relacionadas con la vida de ultratumba: La escatología estudia la muerte y lo que hay más allá de ella (…)”.

La acepción de uso más frecuente es la primera, relativa al excremento y las suciedades. Comúnmente se habla de “lenguaje, mentalidad, comportamiento escatológicos”, para referirse a aquellos comportamientos caracterizados por lo vulgar, lo chabacano, lo grosero, lo excesivamente procaz y obsceno.

En realidad, se trata de dos palabras distintas en su significado, pero idénticas en su forma, es decir, lo que en gramática se llama palabras homónimas, que se escriben y/o pronuncian igual, pero tienen distintos significados. Por ello el DRAE las registra por separado. “Escatológico” deriva de “escatología”, y en su primera acepción proviene del griego “skór”, que significa “excremento”, y en la segunda del también griego “éskhatos”, que significa “último”, ambas con el agregado de “logos”, que significa “ciencia, estudio o tratado”.

Origen de la palabra "sílfide"

Las sílfides son personajes de la mitología gala, que habitan el aire y las aguas. El nombre 'sílfide' se deriva del francés sylphide, palabra acuñada hacia 1670 por el académico francés Bernard de Montfaucon, pero el vocablo original, proveniente de la creencia prerromana en estos seres etéreos, era sylphe, término que fue retomado y divulgado en el siglo XVI por Paracelso. 

Desde el siglo XIX, se usa para referirse a la mujer esbelta y delgada, probablemente a partir del atuendo típico de las bailarinas de balé, cuyo uso se hizo general desde 1832, cuando la bailarina María Taglione lo estrenó en el balé La sílfide.

Origen de la palabra "valentín"

La historia del día de san Valentín —festejado actualmente por millones de enamorados de varios continentes— hunde sus raíces en la Roma clásica, en la fiesta februa (v. febrero) de los latinos, un ritual de purificación que legó su nombre a este mes. Cada año, el 15 de febrero, los romanos homenajeaban a Fauno Lupercio, el equivalente latino del dios griego Pan, protector de los rebaños, que también representaba la sensualidad masculina desenfrenada, expresada en los mitos de faunos y machos cabríos. 

En este festejo, llamado Lupercalia, los jóvenes romanos corrían por las calles cubiertos apenas con una piel de cabra, flagelando a las muchachas que encontraban a su paso con correas de cuero, en la creencia de que este castigo daba fecundidad a sus víctimas. Durante los primeros siglos después de la entronización del cristianismo como religión oficial del Imperio romano, los fieles de la nueva fe continuaban celebrando muchas fechas paganas, tales como la fiesta del Sol invicto y el homenaje anual a Fauno Lupercio. 

Para acabar con ellas, la Iglesia instituyó nuevas fiestas cristianas en fechas muy próximas a las conmemoraciones paganas. Así, en lugar de la fiesta del Sol invicto, que ocurría alrededor del 21 de diciembre, se instauró la Navidad y, para terminar con la festividad de Fauno Lupercio, el papa Gelasio I creó, el 14 de febrero, el día de san Valentín, un personaje legendario, supuestamente ejecutado en 270 por orden del emperador Claudio II. 

Según la leyenda, san Valentín había sido llevado al martirio por su práctica de celebrar el casamiento de numerosas parejas, lo que estaba prohibido por el emperador. En realidad, es muy poco lo que se sabe sobre este santo y se duda, incluso, de que haya existido, pero lo cierto es que la narración se fue enriqueciendo con nuevos elementos por los cuales el santo quedaba cada vez más vinculado al amor romántico y al noviazgo. En 1969, la Iglesia católica dejó de conmemorar el martirio de san Valentín por no hallar pruebas históricas de la existencia del personaje. 

El culto a san Valentín recorrió Europa y se fijó en Inglaterra, donde se extendió la versión de que el santo era el patrono de los enamorados porque su fiesta ocurre en el momento del año en que los pájaros comienzan a aparearse en el hemisferio Norte. 

Hacia fines de la Edad Media, el mito cruzó el Atlántico, llevado por colonos ingleses e irlandeses hacia Estados Unidos, donde surgió el hábito de intercambiar en esa fecha tarjetas postales con alusiones románticas y billetes de amor que se llamaron valentines. 

Ya desde el siglo XVI se venía generalizando la costumbre de que los hombres regalaran a las mujeres rosas y chocolates, un tratamiento ciertamente más galante que los azotes propinados por los jóvenes romanos. Por esa época, la tradición del día de san Valentín llegó a España y a Portugal, desde donde se expandió, aunque con menos vigor, hacia América latina.

Origen de la palabra "nigromancia"

Mucha gente tiende a relacionar esta palabra con la magia negra, pensando que el nigro- se deriva de 'negro', y el propio diccionario de la Academia incluye una segunda acepción, marcada como coloquial, de 'magia negra o diabólica'. 

La Academia indica que nigromancia se deriva de necromancia, la adivinación mediante la invocación a los muertos. Una y otra provienen del griego nekromanteia, formada por nekros 'muerto' (como en 'necrosis', 'necrópolis'), pero, probablemente, la forma 'nigromancia se debe a la idea de magia negra, que, en realidad, no tiene nada que ver con su origen. 

A pesar de la afirmación académica, en diversos corpus del idioma hemos hallado 'nigromancia' en textos de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), mientras que 'necromancia' sólo aparece a partir del siglo XVI, y nunca fue muy frecuente.

Origen de la palabra "Satélite"

A pesar de que desde Nicolás Copérnico (1473-1543) sabemos que la Luna es satélite de la Tierra y que muchos otros planetas, como Júpiter o Saturno, tienen los suyos, lo cierto es que esta palabra se hizo de uso cotidiano sólo a partir de 1957, cuando la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik I. Pocos imaginaban por entonces que aquella novedad —vista por entonces como una hazaña tecnológica, pero sin mayores consecuencias prácticas— tendría una importancia tan fundamental en las telecomunicaciones y en la vida cotidiana del mundo de hoy. 

El vocablo español proviene del latín satelles, satellitis, tomado del etrusco y usado por los romanos para designar a los soldados de la escolta personal de un rey, príncipe o emperador. Según una leyenda romana, el primer gobernante que tuvo guardaespaldas fue el último rey de Roma, Tarquino el Soberbio (534-509 a. de C.). Posteriormente, por una bella metáfora, la palabra pasó a designar, aún en latín, los cuerpos celestes que orbitan en torno de algunos planetas.

Origen de la palabra "Brasilero"

¿Cuál es el gentilicio de los nativos del Brasil? La Real Academia incluye en su diccionario tanto brasileño como brasilero, lo que suele llevar a preguntarse cuál es la forma más adecuada. Muchos autores americanos han criticado el uso de 'brasilero', a pesar de que esta voz está ampliamente difundida en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay. Suenan inadecuadas algunas recomendaciones peninsulares que no se fundamentan, tales como «Prefiérase brasileño», como si la norma se dictase desde Europa para los 450 millones de hablantes.

El poeta uruguayo Adolfo Berro (1819-1841) observó con acierto que 'brasileño' «es palabra formada en la Colonia, de acuerdo con los cánones del español hablado por el hombre de la conquista« y señaló que el sufijo -ero está más en concordancia con la palabra portuguesa brasileiro. La literatura rioplatense contiene numerosos ejemplos de preferencia en América por la forma 'brasilero', como en este trozo de los Cantos del peregrino, de José Mármol: Mira, allí va un ministro brasilero, con sesenta o más años si tú quieres.

O en esta oda de Carlos Guido y Spano, dedicada al presidente de Brasil Manuel de Campos Salles (1898-1902):
Del gran país procede
cuyo radiante emblema es el Crucero,
y que a ninguno cede
en esplendor ni puede
compararse otro edén al brasilero.

Lo que antecede no debe ser considerado de manera alguna como rechazo de la norma «recomendada» por la Academia sino como un mero registro de la variedad que enriquece nuestra lengua.

Origen de la palabra "Restaurant"

En 1765, un pequeño empresario francés de apellido Boulanger abrió en París una casa de comidas. En el frente puso un cartel en latín vulgar en el que se podía leer: Venis ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos (Venid a mí los que tenéis el estómago vacío que yo os lo restauraré). 

En aquella época no había casas de este tipo, sólo existían las tabernas, pero en ellas se servía apenas vino y otras bebidas y, a veces, algún picadillo. El éxito de la casa de Boulanger no fue inmediato, pero cuando ocurrió ¿veinticuatro años más tarde, tras el estallido de la Revolución francesa¿, fue tan resonante que los establecimientos como el suyo, llamados primero restaurat y más tarde restaurant, se multiplicaron rápidamente por todo París y no demoraron en aparecer en otras capitales europeas. Uno de los primeros clientes de Boulanger fue el enciclopedista Denis Diderot, quien elogiaba mucho sus platos, aunque admitía que el lugar era «un poco caro». 

Antes de la Revolución de 1789, los castillos y mansiones de las familias aristocráticas de Francia mantenían grandes y sofisticados equipos de cocina pero, con el fin del Antiguo Régimen, muchos jefes de cocina y cocineros desempleados abrieron sus propios restaurantes, al punto de que en 1804 había en París más de quinientas casas inspiradas en la idea de Boulanger, lo que permitió que el producto del trabajo de algunos de los jefes de cocina más célebres de la historia fuera saboreado por primera vez por paladares plebeyos.

viernes, 23 de marzo de 2012

"Locuaz"

El adjetivo “locuaz” califica a una  persona que habla mucho,  a veces con una velada referencia  a que lo que habla es intrascendente o necio. En este caso la palabra adquiere una connotación peyorativa o satírica. En  Venezuela usamos como equivalentes a “locuaz” los adjetivos “hablachento” y “hablantinoso”, en los  cuales es más marcado el carácter satírico y despectivo de la expresión.

Según el DRAE “locuaz” es el “Que habla mucho o demasiado”, y agrega que en México significa también “loco (que ha perdido la razón)”. Nuestro “hablachento” no figura en el DRAE, pero sí “hablantinoso”: “hablador (que habla mucho)”. En ninguno de estos casos se advierte sobre la posible connotación satírica o peyorativa de los  tres vocablos, pero esta se da de hecho, en el habla común: “El locuaz funcionario habló de lo humano y de lo divino”; “Este tipo es muy hablachento, y nunca dice nada  que valga la pena”; “Hay que ver que ese Fulano si es  hablantinoso, y lo que dice es pura paja”. El que sí registra esta connotación es el Diccionario del español actual, de Seco,  Andrés y Ramos: “locuaz (Pers.) que habla mucho. Frecuentemente con intención despectiva: ‘Es un hombre muy locuaz’. b) Propio de la persona locuaz: ‘Se leen muchas pedanterías originadas en la ignorancia locuaz”.

El Diccionario de uso del español de América y España VOX define “hablantinoso” como “Que habla en exceso y de  forma desordenada e insustancial”, y atribuye su uso a Venezuela y Colombia. 

En el Dicionario del habla actual de Venezuela, de R. Núñez y F. J. Pérez, se define “hablachento” como “Persona  que habla mucho. 2. Persona imprudente en el hablar que dice cosas que no debería comentar. 3. Persona chismosa”. De  “hablantinoso” este mismo diccionario dice escuetamente: “Persona que habla en exceso”.

El excelente Diccionario de  venezolanismos, de M. J. Tejera et al, dice que “hablachento” es de uso informal y despectivo, y lo define como  persona “(…) que habla mucho y sin discreción, sobre todo de  cosas sin importancia”. Además, da “hablantinoso” como  sinónimo de “hablachento”.

“Locuaz” deriva el latino loquax, -ācis,  que significa “hablador”.

"Fantoche"

“Fantoches” era el título de un importantísimo y popular semanario humorístico venezolano dirigido por el gran poeta, cuentista,  periodista y caricaturista Leoncio Martínez (1899-1941), más conocido por el pseudónimo Leo, un símbolo histórico de la libertad de prensa en Venezuela. Circuló varios años, en tiempos de la dictadura de Juan Vicente Gómez y del  gobierno de Eleazar López Contreras. Era un periódico de oposición, por cuyo ejercicio, sobre todo en la época de Gómez, sufrió una fuerte censura y lo llevó varias veces a la cárcel. Preso en La Rotunda, Leo escribió su célebre y muy hermosa “Balada del preso insomne”, en la que comienza diciendo: “Estoy pensando en exiliarme, en  marcharme lejos de aquí, / a tierra extraña donde goce / las libertades de vivir…”. 

La palabra “fantoche” es polisémica. El DRAE registra de ella las siguientes acepciones: “1. m. Persona grotesca y desdeñable. 2. m. Sujeto neciamente presumido. 3. m. Persona vestida o maquillada de forma estrafalaria. 4. m. Muñeco grotesco frecuentemente movido por medio de hilos”.

Se trata, como puede verse, de cuatro acepciones con cierta relación semántica entre ellas, y casi todas aplicables a personas.  Por lo general se usa con valor peyorativo, para referirnos a personas que no merecen nuestro respeto y estimación: “Ese tipo no vale nada. No es sino un fantoche que se cree una gran cosota”. “Quién  será ese tipo, de vestido tan extravagante que parece un fantoche”. “Fulano es un tipo sin personalidad, es un fantoche que se deja manejar como un títere”.

El Diccionario de sinónimos y antónimos del español actual señala como sinónimos de “fantoche”, en su acepción de quien muestra un aspecto grotesco los siguientes: adefesio, espantajo, hazmerreír, mamarracho, estantigua, títere; y en la acepción de “sujeto sumamente presumido”: presuntuoso, fantasma y  fanfarrón.  Por su parte, Sainz de Robles en su Diccionario español de sinónimos y antónimos le atribuye los siguientes: títere, polichinela, bufón, espantajo, marioneta y muñeco.

“Fantoche” nos viene del equivalente vocablo francés “fantoche”, y este, a su vez, entra al Francés como derivado del italiano “fantoccio”, con idénticos significados.

"Fanfarrón"

Según el DRAE, el adjetivo “fanfarrón” califica a una  persona “que se precia y hace alarde de lo que no es, y en particular de valiente (…)”. “Fanfarrón” también se aplica a una cosa “Que tiene mucha apariencia y hojarasca”.

 El “Diccionario de uso del español de América y España” VOX, aunque sigue de cerca la definición del DRAE, agrega un  detalle muy importante: “[persona] Que hace alarde de lo que es y de lo que no es, en especial de  valiente (…)”.  Según esto “fanfarrón” no es sólo el que alardea de lo que no es, sino también el que alardea de lo que es. 

Esta última acepción se da en otro adjetivo muy venezolano, “echón”, que no aparece en el DRAE, aunque sí está el sustantivo “echonería” como un venezolanismo que significa “Jactancia, fanfarronada”. Este diccionario, además, registra otra acepción del adjetivo “fanfarrón”: “Que es propio y característico de las personas fanfarronas: su estilo verbal era afectuoso y fanfarrón, mezcla de altivez chusca y chulería afable, simpática, con la mitad de las palabras en la justicia, la paz y el orden y la otra mitad en el insulto y el chiste”.

 El “Diccionario del español actual”, de M. Seco, O. Andrés y G. Ramos, precisa un poco más: “fanfarrón. Persona que alardea de superioridad, de  valor o de riqueza (…) Cosa que denota o implica alarde o presunción (…)”.

 Los diccionarios también registran “fanfarronada”,  “fanfarronear”, “fanfarronería”, “fanfarronesca”.

 Por otra parte, “fanfarrón” se relaciona con “fanfarria”, definida como “conjunto musical ruidoso, principalmente a base de instrumentos de metal. ||2. Música interpretada por estos instrumentos (…)”. (DRAE). En Aragón, además, dice el DRAE, “fanfarria” es también una “Persona que se precia y hace alarde de valentía o de otros valores”.

 Según el DRAE “fanfarrón” es posiblemente de origen árabe-hispánico. Sin embargo, Corominas (“Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”) sostiene que es “Voz de creación expresiva que del castellano ha pasado a las demás lenguas romances”. Y afirma, además, que “fanfarria” deriva de “fanfarrón”, lo que sería un curioso caso de derivación  regresiva, pues lo lógico y natural sería que “fanfarrón” derivase de “fanfarria”, y no al revés.

"Chapucero"

EL adjetivo “chapucero” se aplica a lo “Hecho tosca y groseramente” (DRAE). Referido a persona es el “Que trabaja de esa manera”. Una 3ª acepción da a “chapucero” como sinónimo de “embustero”. En 4º lugar es el “Herrero que fabrica clavos, trébedes, badiles y otras cosas bastas de hierro”. Finalmente, el DRAE da la  acepción de “Vendedor de hierro viejo”.

“Chapucero” deriva de “chapuza”, definido por el DRAE como “Obra o labor de poca importancia. ||2. Obra hecha sin arte ni esmero (…)”.

De manera más sencilla, un “chapucero” es alguien que hace “chapuzas”, especialmente en su acepción de “Obras  hechas sin arte ni esmero…”, o sea, una persona cuyas obras o actuaciones son toscas, groseras, bastas, ordinarias…

El “Diccionario de uso del español de América y España”  VOX es un poco más preciso: “chapuza: Trabajo hecho sin técnica ni cuidado o con un acabado deficiente”.

Según registra el “Diccionario del habla actual de  Venezuela” (R. Núñez y F. J. Pérez), en nuestro país, en la región zuliana, “chapucero” es una “Persona que hace trampas”. Segundo Barroeta, por  su parte,  en su “Diccionario de voces trujillanas” define como “chapucero” al “Que hace o acostumbra hacer chapucerías, es  decir, que hace las cosas a  medias, mal terminadas o de mala  calidad (...)”.

En Venezuela el uso de “chapuza” y “chapucero” es bastante amplio y dinámico. Se aplican a cualquier tipo de personas, sin distinción de clase social, profesión u oficio, edad, sexo, grado  de instrucción, etc. Lo  mismo puede ser “chapucero” un  aristócrata que un sujeto de clase media o un proletario; un banquero que un político o un gobernante; un profesional  universitario que un  obrero o un campesino; un viejo que un muchacho; un hombre que una mujer; un escritor o un  artista, que un analfabeta… En segundo lugar, su uso se  extiende por vía metafórica a cualquier clase de actividad. Se puede tildar de “chapuza” la obra o  actuación de un  albañil, un herrero, un carpintero, etc., pero  también las de un médico, abogado, ingeniero o arquitecto, un juez,  diputado, gobernante de cualquier nivel, empresario, profesor, poeta, pintor, sacerdote, etc.

 “Chapuza” deriva de “chapuz”, y este del francés  antiguo  “chapuis”.

"Faramallero"

La palabra “faramallero” es otra de esas que han ido cayendo en desuso, y que vale la pena rescatar, porque  posee  una gran fuerza expresiva, unida, sin duda, a su mucha sonoridad.

El DRAE define “faramallero” como “1. adj. coloq. Hablador, trapacero. U. t. c. s. 2. adj. Ven. presuntuoso  (lleno de presunción)”. Lo de “hablador”, en la primera acepción, es  muy claro: “Ese tipo es un faramallero; habla más  que un perdío”. En cuanto a “trapacero”, el  mismo DRAE lo da como equivalente a “trapacista”, y de este dice: “1. adj. Que emplea trapazas. U. t. c. s. 2. adj. Que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto. U. t. c. s.”.

“Trapazas”, por su parte, es “1. f. Artificio engañoso e ilícito con que se perjudica y defrauda a alguien en alguna compra, venta o cambio. 2. f. Fraude, engaño”. De modo que a un “faramallero” también puede decírsele “trapacero”.

El DRAE registra igualmente el sustantivo “faramalla”, del cual dice: “1. f. coloq. Charla artificiosa encaminada a engañar. 2. f. coloq. farfolla ( cosa que sólo tiene apariencia). 3. com. coloq. Persona faramallera. U. t. c. adj”.

Obsérvese que la segunda acepción de “faramallero” se registra como venezolanismo. Pero en Venezuela esa definición se queda corta, pues entre nosotros un “faramallero” no es solamente un pedante o vanidoso, sino algo más, tal  como lo  define el Diccionario del habla actual de Venezuela, de Rocío Núñez y Francisco Javier Pérez,: “faramallero: 1) Aplicado a una persona vanidosa, jactanciosa o pedante. 2)  Aplicado a una persona, que finge o aparenta lo que no es o  no siente, o lo exagera. 3) Aplicado a una persona, que dice o  manifiesta lo contrario de lo que sabe, cree o piensa”. En el mismo sentido el Léxico popular venezolano, de don Francisco  Tamayo, registra “faramalla” con el valor de “Actitud pedante,  artificiosa, con que se realiza una acción para pretender pasar como elegante, muy conocedor o tener gran soltura para ello”. Y da como sinónimos “aguaje, pedantería, echonería”.

“Faramalla”, según Corominas, procede del antiguo vocablo “farmalio”, conocido ya en el siglo IX, con valor de engaño y falsía. De allí deriva “faramallero”, documentado a partir de 1732.

"Atorrante"

En Venezuela la palabra “atorrante” no es frecuente, aunque últimamente se usa  un poco más, casi siempre entre jóvenes y con cierta imprecisión, como no sabiendo exactamente qué significa: “Ese tipo es un atorrante”; “No seas atorrante,  vale, ensériate”·

“Atorrante” es muy común en Argentina y Uruguay. El DRAE la define como despectiva, con valor de “vago” y “holgazán”. El DRAE también registra “||2. Persona desfachatada, desvergonzada. ||3.  Vagabundo sin domicilio fijo”. Más o menos lo que los franceses llaman “clochard”.

Para el “CLAVE. Diccionario de uso del español actual” un “atorrante” es un “vago o perezoso”.

El “Diccionario Anaya de la lengua” le atribuye el  valor de “Vagabundo, pordiosero”.

        El “Diccionario de uso del español de América y España” VOX da una definición un poco más amplia, siempre atribuida a  los países del Río de la Plata: “1. [animal doméstico, objeto]  Que es ordinario o mediocre: no quería ningún perro de raza,  se conformaba con un perro atorrante. 2. [persona] Que evita  el trabajo por comodidad: Los dos hermanos eran muy  diferentes, uno muy responsable, el otro muy atorrante. 3.  Persona que no tiene ocupación ni domicilio fijo y que vive de  la limosna: al final de esta calle hay un grupo de atorrantes, muchos de ellos con sus perros”.

El “Diccionario del español de Argentina” precisa mucho mejor el significado de “atorrante: 1. Se usa para dirigirse, en tono de confianza, a un niño o a un  joven que suele hacer picardías o travesuras. 2. Persona que  no tiene afición por el trabajo y lo evita por comodidad. 3.  Persona sinvergüenza o estafadora. 4. Obsol: Persona que no tiene ocupación ni domicilio fijos y mendiga para vivir”. Aunque esta última acepción se marque como obsoleta, mucha gente la tiene como vigente.

Este diccionario trae también “atorranta” como “Mujer  que ejerce la prostitución” y “Mujer que mantiene relaciones sexuales con varios hombres”; se sobreentiende, en este caso,  que se comporta así sin ser prostituta.

En este diccionario está también el verbo “atorrantear: Pasar una persona, generalmente un joven,  gran parte del tiempo en la calle, sin hacer nada de provecho”.

“Atorrante” lo dan los especialistas como de origen incierto.

Origen de la palabra "Semana"

El hábito de agrupar los días en períodos de siete unidades, que hoy llamamos 'semana', es original de los babilonios y fue adoptado por los griegos y los romanos, que dieron nombre a estos períodos sobre la base del número siete. Los griegos los llamaron hebdomás, de hepta 'siete', palabra que perdura hasta nosotros en 'hebdomadario', que significa 'semanal, semanario'. En Roma se adoptó el nombre septimana, que llegó al español como semana.

Entre los romanos, el gran prestigio de la astrología llevó a introducir la semana de siete días, basada en la idea babilónica de las siete mañanas, y los nombres de los días fueron tomados de astros y dioses equiparados a los babilonios. De esta forma, el lunes se llamó así en homenaje a la Luna; el martes recordaba al dios de la guerra, Marte para los romanos; el miércoles, al dios del comercio, Mercurio; el jueves a Júpiter (dies Jove o día de Júpiter), y el viernes, a Venus. Para los romanos, el sábado era el día de Saturno, pero con el advenimiento del cristianismo el nombre dies Saturni fue cambiado por Sabbatum, derivado del hebreo sabbath, proveniente de sabath 'descansar', que entre los judíos designa al día semanal de descanso. En latín, el domingo se llamaba Solis dies 'día del Sol', pero los cristianos cambiaron ese nombre a Dominica, que significaba 'día del Señor' (dies dominus)

Origen de la palabra "Bicicleta"

Proviene de la palabra griega kyklos 'círculo', 'objeto circular', a través del latín tardío cyclos. Con esta palabra y el prefijo latino bi-, se formó la voz inglesa bicycle, que pasó al francés sin cambios, aunque muy pronto los franceses prefirieron adoptar su diminutivo, bicyclette. Esta forma fue adaptada a bicicleta por el español, el portugués, el catalán y el rumano. 

En 1816, el barón Karl von Drais ideó un vehículo que se impulsaba directamente con los pies sobre el suelo, al cual se llamó draisine en su homenaje. En 1839 el herrero escocés Kirkpatrick MacMillan le agregó pedales y palancas de conducción. Más tarde, Pierre Michaud y su hijo Ernest introdujeron pedales sobre una de las ruedas y aumentaron considerablemente el diámetro de la rueda delantera, que llegó hasta 1,5 m. 

Dos décadas más tarde, el inglés Lawson le añadió la transmisión por cadena y el cuadro que unía las dos ruedas, el sillín, los pedales y el manillar, y dio origen a lo que se puede considerar como la primera bicicleta. El nuevo vehículo se completó en 1887 cuando el veterinario irlandés John Boyd Dunlop inventó el neumático y la válvula.

"Sindéresis"

El comportamiento humano es objeto de estudio y de  calificaciones muy diversos. Varias son las ciencias que se  ocupan de ello, particularmente la Psicología, e incluso la Filosofía le dedica toda una rama o disciplina, como es la Ética.

Entre los conceptos que se refieren al comportamiento  humano destaca el contenido en el sustantivo “sindéresis”. El  DRAE la define como “Discreción, capacidad natural para juzgar rectamente”. El mismo DRAE registra “discreción” como “1. f. Sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar. 2. f. Don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad. 3. f. Reserva, prudencia, circunspección”. El concepto de “discreción”, equivalente de “sindéresis”, define y precisa mejor lo que  quiere decir esta última palabra.

Otros diccionarios son más precisos en su definición de “sindéresis”. El CLAVE, diccionario de uso del español  actual, por ejemplo, dice lo siguiente: “sindéresis. Discreción, buen  juicio o capacidad para juzgar acertadamente: La sindéresis   debe ser esencial en cualquier juez (…)”.

La “sindéresis”, pues, supone una importante virtud de la inteligencia y del entendimiento humanos, consistente en la capacidad de tomar decisiones y emitir juicios sensatos y positivos. Lo contrario, en efecto, de la  “sindéresis”  es la “insensatez”, definida esta por el DRAE como “1. f. Necedad, falta de sentido o de razón. 2. f. Dicho o hecho insensato”.

Aunque los diccionarios no lo dicen expresamente, la  “sindéresis” supone también la capacidad para emplear un lenguaje que exprese  cabalmente el sentido de los juicios y decisiones que se adopten.

Como es obvio, la “sindéresis” es virtud indispensable, no sólo  en los jueces, sino también en los políticos, gobernantes, empresarios, sacerdotes, legisladores, dirigentes de todo tipo,  y en general en todos aquellos que deban emitir juicios y  tomar decisiones de cualquier tipo.

Como concepto filosófico la “sindéresis” se define como la “Facultad o hábito del entendimiento para conocer los  primeros y más generales principios de la vida moral (…)”. (M. Seco et al: Diccionario  del español actual).

“Sindéresis” viene del griego “synteresis”, derivado de “syntereo”: “yo observo, estoy atento”.

martes, 20 de marzo de 2012

"Haiga, murciégalo y poetiza, palabras aceptadas por la Real Academia Española"

Haiga es la forma incorrecta de haya; murciégalo es como dicen los niños antes de aprender a decir murciélago; sastra es un vulgarismo que debe corregirse por modista; quis, que todo caso sería quiz, debe cambiarse por previa o examen, y poetiza, ¡por favor!, todo mundo sabe que no es con zeta, sino con ese”.

Así, haiga no se refiere al verbo haber sino que es una palabra irónica usada para referirse a un 'automóvil grande y ostentoso', murciégalo es la palabra original para referirse a esta raza de mamíferos, si bien es cierto que está en desuso.

Sastra es el femenino de sastre y la Academia recomienda su uso;

Poetiza, por último no debe confundirse con poetisa, en realidad hace referencia a una inflexión del verbo poetizar,  (“ella poetiza sus artículos de prensa”), que significa ‘da carácter poético’.

Estas palabras están en el Diccionario de la Real Academia Española.




jueves, 8 de marzo de 2012

"Presunto" no es sinónimo de "supuesto"

La Fundación del Español Urgente recuerda que presunto y supuesto no son sinónimos cuando califican al posible autor de un delito.

Es frecuente encontrar en los medios de comunicación frases como: «La policía ha detenido al presunto autor del asesinato de una mujer de 43 años», «Un hombre de 25 años fue detenido como presunto autor de un intento de agresión sexual a una joven».

La Fundéu  señala que se utiliza presunto para designar a quien se considera posible autor de un delito, cuando se han abierto diligencias procesales pero aún no hay fallo de la sentencia, y se emplea supuesto cuando existen indicios de criminalidad pero no se ha abierto causa judicial.

Para evitar posibles deslices y no calificar de presunto autor de un delito a personas contra las que ni siquiera se ha abierto causa judicial, en los ejemplos anteriores lo aconsejable hubiera sido escribir: «La policía ha detenido al supuesto autor del asesinato de una mujer de 43 años», «Un hombre de 25 años fue detenido como supuesto autor de un intento de agresión sexual a una joven» o incluso «Un hombre de 25 años fue detenido como sospechoso de un intento de agresión sexual».

Origen de la palabra "Navaja"

Para los romanos, hacerse la barba o raparse la cabeza era una forma de renovarse, de iniciar, de cierta forma, una nueva vida. Por esa razón, llamaron novatio, tanto al acto de renovar algo como al de afeitarse. 

Al aparato que utilizaban para esta renovación lo llamaron novacula. El poeta hispanorromano Marcial usaba la expresión novacula nudare caput, para expresar el acto de 'raparse la cabeza con navaja'. 

En el latín vulgar hispánico, novacula fue alterado a navacula, que con el correr de los siglos se fue transformando en 'navaja'.

Origen de la palabra "Disco"

El nombre de un DVD o de un disco duro para computadora se remonta a palabras que eran empleadas en la prehistoria, según las reconstrucciones llevadas a cabo por la lingüística en los siglos XIX y XX. 

En efecto, la palabra española 'disco' así como la inglesa disk, la francesa disque, la alemana Diskus (esta última empleada sólo en atletismo), todas provenientes del latín discus, que a su vez nació del griego diskos. El vocablo griego se derivó del verbo diskein 'arrojar un objeto', pero en su forma básica este término ya era antiguo cuando los atletas griegos lanzaban el disco en los Juegos Olímpicos. El verbo diskein se había formado por lo menos unos mil años antes de los primeros Juegos Olímpicos, en la raíz prehistórica dheik-, llevada a Europa y Asia por los pueblos indoeuropeos que hablaban las lengua más antiguas de que tenemos noticia.

"Pos-» y «post-", uso correcto

La Fundación del Español Urgente recomienda que se use el prefijo pos-, que significa 'detrás de' y 'después de', siempre que no preceda a palabras que empiezan por s, en cuyo caso se ha de utilizar post- -«postsoviético», «postsurrealismo»...-.

Se considera preferible emplear la forma reducida pos-, en lugar de post-, incluso cuando va unida a palabras que empiezan por vocal -«posoperatorio», «posmoderno», «posguerra»- y que se deje la forma post- para aquellos casos en los que el prefijo se une a palabras que empiezan por s : «postsocialismo», «postsoviético», etc., y no «possocialismo» o «pos-socialismo».

Además, que cuando el prefijo se une a una palabra que empieza por r, esta no se duplica: «posromántico», «posrealismo», etc.
En el caso de que el sustantivo que sigue al prefijo sea un nombre propio debe ponerse un guión entre ambos: «pos-Kioto», «pos-URSS», etcétera.

"Porqué, porque, por que y por qué"

En los medios de comunicación escritos es muy frecuente ver cómo se confunden las expresiones porqué, por qué, porque y por que.

Porqué es un sustantivo, sinónimo de ‘causa’, ‘motivo’ o ‘razón’: «El responsable de fotografía de la casa de subastas explica el porqué de su valor», que puede ir también en plural: «Los porqués del entrenador no tienen sentido».

Por qué es la combinación de la preposición por y el interrogativo qué: «¿Por qué no aumenta el número de vivienda protegida?»; se reconoce si se le agrega la palabra razón: «Le preguntaron por qué (razón) ingresó al club».

La palabra porque es una conjunción que equivale a puesto que, dado que, ya que...: «Es difícil porque hay tres equipos más de un nivel muy alto». También puede tener valor de finalidad con un verbo en subjuntivo, equivalente a para que: «Hizo lo que pudo porque (o para que) su trabajo fuera excelente». En este caso, también es válida su escritura en dos palabras.

Por que es la combinación de por y el pronombre relativo que y se reconoce fácilmente porque siempre se puede intercalar un artículo entre ellos: «Ese es el motivo por (el) que decidió no ir».

También puede tratarse de la preposición por exigida por verbo, sustantivo o adjetivo, y la conjunción que: «Se preocupa por que no le paguen nada» (preocuparse por algo).

Origen de la palabra "Adrede"

Muchas hipótesis se han tejido sobre el origen de esta palabra española que ya estaba en la lengua en los tiempos del diccionario de Sebastián de Covarrubias (1611), quien explicaba su significado como equivalente a 'a sabiendas', según él proveniente del italiano et dritto en el sentido de 'directamente'. Covarrubias también considera la posibilidad de una etimología árabe, a partir del verbo dari 'saber', de donde a-drede significaría 'a sabiendas'. La Academia Española duda entre adherirse a la hipótesis del catalán adret y la del latín ad directum, casi equivalente a la de Covarrubias. 

Sin embargo Corominas (1980), la mayor autoridad en etimología española del siglo XX, desecha, con un complejo razonamiento filológico, todas esas hipótesis y afirma que no ve otra explicación que un origen gótico, que él identifica en rhets 'consejo', que forma parte de una vasta familia de palabras en la Biblia gótica «varios de los cuales dejaron copiosa prole romance ('correar', 'arrear', etc.)». Al latín medieval, esta palabra gótica legó redum, que en francés dio roi 'rei'. 

En alemán antiguo, at red significaba 'en consejo' o 'en consulta', lo que habría dado en latín medieval atrede y luego, en romance castellano, 'adrede'. Y en efecto, en el norte de España, donde la colonización germánica fue más densa, como en Asturias, se dice arrede «intencionalmente, a propósito».

"Por vía telefónica, no vía telefónica"

La palabra vía debe llevar antes la preposición por cuando va seguida de un adjetivo y exprese la manera o el modo de trasladar o comunicar: «por vía telefónica», «por vía aérea», según el Diccionario panhispánico de dudas.

Así, en frases como «El ataque tuvo lugar mientras el médico concedía una entrevista vía telefónica» y «La expedición no llegará a la capital caraqueña vía aérea a causa de la espesa niebla», se debería haber escrito «El ataque tuvo lugar mientras el médico concedía una entrevista por vía telefónica»; «La expedición no llegará a la capital caraqueña por vía aérea a causa de la espesa niebla».

Sin embargo, es correcto el uso del término vía, sin la preposición por, cuando va seguido de un sustantivo, como en «El entrenador recibe el apoyo de los aficionados vía Twitter» y «Se desarrollará un sistema de vigilancia vía satélite para mejorar el control en la región».

"Por último", "de última hora"

Se ha observado, sobre todo en televisión y en el discurso oral, el uso de las construcciones de último y de último minuto en lugar de las tradicionales por último y de última hora, como en los siguientes ejemplos: «De último nos gustaría agradecer la participación...»; «noticia de último minuto: el presidente de la república ratificó su compromiso...»; «recuerda que para tus reservas de vuelos de último minuto se ofrece...».

La construcción de último en vez de por último con el significado de 'después de todo, finalmente', no aparece recogido en ninguno de los diccionarios de referencia y consulta obligada en español como el Esencial o el Panhispánico de la Real Academia Española, el Vox, o el diccionario de Manuel Seco. La razón está en que por último es una locución adverbial invariable, esto es, una construcción fija que no admite modificación alguna y debe mantenerse como tal.

En cuanto a de último minuto, se trata de una mala traducción (un calco) del inglés last minute, expresión muy empleada en esa lengua para expresar lo que en español siempre ha sido última hora, de última hora, a última hora, etcétera.